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Olá tudo bem?
Eu conheço um conto que se chama "El corazón del borrico":
La tarde en que apareció en el cielo la estrella que indicaba
el camino para encontrar y adorar al futuro Rey del mundo
recién nacido, el pastor Amhed yacía enfermo en su cabaña, sin
poder moverse con fiebre alta. Entonces llamó a su hijo Alí y le
dijo:
—Irás tú a adorar al Niño, siguiendo esa estrella. Llévale de
regalo un saquito de dátiles.
Alí se preocupó.
—¿Y si el camino es muy largo? Yo soy todavía pequeño y
no muy fuerte, padre.
El pelo de Barai se había vuelto apretado y reluciente, la
mirada viva, las costillas ya no sobresalían, parecía rejuvenecido
muchos años. Alí subió a su grupa, cada vez más maravillado,
ansioso por contar lo sucedido a sus padres.
Entretanto iban llegando otros pastores, campesinos, gente
de los alrededores, todos con regalos, todos deseosos de adorar
al Rey del mundo.
El Niño dijo adiós con la manita a Alí y su papá y su mamá
le sonrieron. Y él, aunque no acertaba a comprender tantas
cosas, por ejemplo, por qué su borrico había cambiado tanto,
se sentía muy, muy feliz.
—Coge el borrico Barai, él te llevará.
Tampoco Barai era fuerte, tenía ya muchos años en la
grupa, estaba tan delgado que las costillas se le marcaban en la
piel, el pelo era áspero y escaso, los ojos nublados. Pero mejor
eso que nada...
Alí subió al borrico y partió.
Pasaron horas y horas de lento viaje antes de llegar a una
cabaña sobre cuyo tejado se había detenido la estrella, y ya era
noche cerrada.
Alí vio a un niño recién nacido que dormía sobre la paja.
Un hombre y una mujer de rostro dulcísimo dormían junto a él.
Cerca del Niño alentaban un buey y un asno. Pensó que no era
cuestión de despertarlos, bajó de la grupa de Barai, se recostó
contra una pared de la cabaña y se durmió él también.
Barai, por su parte, estaba bien despierto, porque cuando
se es viejo se duerme poco. Muerto de cansancio, pero
despierto. Y de repente vio que el asno junto al Niño había
abierto los ojos.
—Eh —exclamó bajito—. ¿Cómo estás? Has tenido un gran
honor, ¿no es verdad?
—Sí, así es —respondió el otro—. Pero, ya ves, a fuerza de
estar parado y agachado, me duelen las patas, estoy todo
dolorido, daría cualquier cosa por moverme un poco, pero no
puedo dejar mi puesto porque con mi aliento, junto al buey,
caliento al Niño.
—Ve a dar una vuelta que yo te sustituiré —sugirió Barai.
El asno no se hizo de rogar, se levantó despacito y Barai
ocupó su puesto. Estaba orgulloso de veras por estar junto al
Niño, de calentarlo como podía, y a pesar del cansancio y de lo
incómodo de la postura, consiguió seguir despierto.
Entretanto, sobre aquella mísera cabaña, alta en el cielo,
seguía brillando la estrella.
Al cabo de un rato volvió el asno.
—Me siento mucho mejor. Gracias, amigo, has sido muy
bueno.
—Oh, no es nada, lo he hecho con gusto, de corazón.
Los dos volvieron a cambiarse el puesto, Barai se acurrucó
junto a Alí dormido y al fin se durmió también.
Llegó el amanecer.
Se despertó el Niño. Se despertaron su papá y su mamá, el
buey y el asno. También despertó Alí, adoró al Niño y le
ofreció el saquito de dátiles que había traído de casa. Luego
despertó a Barai que dormía aún junto a él para reemprender el
camino a casa y de repente abrió unos ojos como platos.
¿Era «su» borrico aquel que se estaba levantando con un
pequeño rebuzno?
Espero ter ajudado!
LA GALLINA COLORADA
Había una vez, una gallinita colorada que encontró un grano de trigo. “Quién sembrará este trigo?”, preguntó. “Yo no”, dijo el cerdo. “Yo no”, dijo el gato. “Yo no”, dijo el perro. “Yo no”, dijo el pavo. “Pues entonces”, dijo la gallinita colorada, “lo haré yo. Clo-clo!”. Y ella sembró el granito de trigo.
Muy pronto el trigo empezó a crecer asomando por encima de la tierra. Sobre él brilló el sol y cayó la lluvia, y el trigo siguió creciendo y creciendo hasta que estuvo muy alto y maduro.
“¿Quién cortará este trigo?”, preguntó la gallinita. “Yo no”, dijo el cerdo. “Yo no”, dijo el gato. “Yo no”, dijo el perro. “Yo no”, dijo el pavo. “Pues entonces”, dijo la gallinita colorada, “lo haré yo. Clo-clo!”. Y ella cortó el trigo.
“¿Quién trillará este trigo?”, dijo la gallinita. “Yo no”, dijo el cerdo. “Yo no”, dijo el gato. “Yo no”, dijo el perro. “Yo no”, dijo el pavo. “Pues entonces”, dijo la gallinita colorada, “lo haré yo. Clo-clo!”. Y ella trilló el trigo.
“¿Quién llevará este trigo al molino para que lo conviertan en harina?”, preguntó la gallinita. “Yo no”, dijo el cerdo. “Yo no”, dijo el gato. “Yo no”, dijo el perro. “Yo no”, dijo el pavo. “Pues entonces”, dijo la gallinita colorada, “lo haré yo. Clo-clo!”. Y ella llevó el trigo al molino y muy pronto volvió con una bolsa de harina.
“¿Quién amasará esta harina?”, preguntó la gallinita. “Yo no”, dijo el cerdo. “Yo no”, dijo el gato. “Yo no”, dijo el perro. “Yo no”, dijo el pavo. “Pues entonces”, dijo la gallinita colorada, “lo haré yo. Clo-clo!” Y ella amasó la harina y horneó un rico pan.
“¿Quién comerá este pan?”, preguntó la gallinita. “Yo!”, dijo el cerdo. “Yo!”, dijo el gato. “Yo!”, dijo el perro. “Yo!”, dijo el pavo. “Pues no”, dijo la gallinita colorada. “Lo comeré YO. Clo- clo!”. Y se comió el pan con sus pollitos.