TENEMOS LAS ESTRELLAS
Aquella noche además de cansado, yo regresaba triste. Era la noche del 6 de
enero. Mi abuelo había ido a tocar a un barrio que no frecuentábamos. Los niños
andan por la calle con sus
juguetes nuevos, y yo pensé que
nunca, en muchos años, había
tenido un juguete. Envidiaba las
roscas que veía en los
escaparates, las bolsas de dulces
y las ropas buenas y
confortables.
Al entrar en nuestra
buhardilla miré alrededor. Mi abuelo había encendido, como solía, un cabo de vela
para subir los últimos peldaños oscuros, y a la luz de la llama, entre claridad y
sombras, nuestro cuarto no me pareció del todo desolado. Pero a la luz de la
bombilla sucia que colgaba del techo distinguí, como cosa nueva, la cama grande
desvencijada, la mesa coja en que estaban dos tarteras y varios platos, el taburete,
la silla del abuelo. Me sentí tan triste que me volví al abuelo y exclamé:
- ¡No tenemos nada!
El abuelo, entonces, fue hacia la ventana y la abrió a la noche:
- Mira… - me dijo -. Tenemos las estrellas.
Yo miré hacia afuera. En la noche seca, bajo el cielo negro, miles de
estrellas brillaban sobre nosotros.
- Tenemos las estrellas - repitió el abuelo -. Todas las estrellas de Dios.
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•Si me gusta el título.
•La increíble noche del 6 de enero junto a mi abuelo
• Las increíbles estrellas que brillan sobre nosotros
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